lunes, 19 de diciembre de 2016

Ciencias exactas… e inexactas


Se supone que las matemáticas son siempre exactas. Sin embargo, de repente algo falla y las sumas no cuadran, los cálculos se confunden y lo que se supone preciso, varía.
Qué elemental pensar que 2 es igual a 2, suena lógico ¿no?, pero resulta que 2 no siempre es igual a 2, hablando por lo menos en el tema taurino.
En muchas ocasiones es tan evidente que las orejas no cuentan, al menos para los aficionados a los que les gusta guardar en su memoria una obra de arte.
No son lo mismo dos orejas… que dos orejas. Hay orejas de peso y orejas que no dicen nada.
Las orejas sirven solo para las estadísticas. Números que nada tienen que ver con las cosas del corazón, que nada hablan del alma, que nada reflejan del espíritu; que nada añaden a los recuerdos; que no se mezclan con todo aquello que es para siempre.
Dos orejas ha cortado Morante a un toro y dos orejas ha cortado Joselito Adame a otro toro, dos tardes distintas pero ambas en la misma plaza… y sin embargo, es como hablar de agua y de aceite. De asuntos celestiales y de asuntos terrenales. ¿Es comparable lo realizado por Morante a lo realizado por Joselito? No… nunca. Claro, las condiciones varían, los toros son otros, los toreros son otros, los estilos de uno y de otro distan millones de años luz.
Unas orejas tan válidas como las otras, pero ¿qué pasa cuando la corrida termina? ¿de qué habla la gente? La atemporalidad de una faena no la dan las orejas, la da los días o los años que se sigua hablando de un torero y de su obra; lo dan los recuerdos indelebles de unos segundos de profunda belleza; lo da la emoción que por siempre seguirá despertando un ser humano que posee el don de la expresión. 
Los apéndices pueden marcar la diferencia, o por el contrario, ser lo menos importante. La faena de Morante pudo haber sido de una o dos orejas, o de orejas y el rabo, o de un aviso, o del toro devuelto vivo, o de lo que gusten y manden, pero cuando se torea como toreó el pasado 11 de diciembre, ya nada importa demasiado; solo importa el aroma de su arte; un cuerpo en comunión con el alma que lo habita y también con el cómplice que lo entiende. Aquello que permanece, que duele de tan sublime, que debe ser plasmado en el más bello óleo jamás creado. 
¿Son igual unas orejas que otras? Me quedo con la faena grabada ya en la historia y en la retina, plasmada en donde se plasman las cosas eternas. 
En este caso las matemáticas son inexactas. Las matemáticas mienten y no sirven de nada. Dos nunca será igual… a dos.


Foto: La Plaza México.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Conteo de instantes… no de orejas

Si dejáramos de contabilizar y poner en estadísticas todos los asuntos, seguramente seríamos más felices.

Yo siempre he sido mala con los números, por eso no se me hace importante la cantidad de orejas después de una tarde de toros.

En la 4a corrida se cortaron tres orejas, una de Fermín Rivera, y las otras dos, Sergio Flores.

A Sergio le tocó el único toro bueno de la tarde y lo aprovechó pero no en su totalidad, lo estaba toreando bien, con mucha largueza y temple, pero en un instante sucedió algo, no me pregunten qué, que hizo que perdiera altura la faena; Sergio no estuvo mal de ninguna manera, pero faltó ese puntito que hiciera levantar a la gente de su asiento y había materia prima. Él estaba sumamente emocionado y merece este triunfo, sin embargo, una oreja hubiera sido suficiente.

Pasando a otros asuntos, de repente me comentan que no es prudente, que si escribo de toros, marcar una preferencia tan fuerte por alguien, pero como yo digo… si yo voy por el carril independiente, y si el chiste de escribir, es hacerlo de lo que me nazca del corazón y no de lo que convenga a ninguna empresa, ni a ningún torero, pues sí… yo soy partidaria de Fermín Rivera. Pero aguas, porque una cosa es una y otra es otra, no por ser su partidaria voy a decir mentiras ni ensalzar cosas que no sean ciertas, el día que haya algo que no esté bien, será dicho.
Yo soy su seguidora porque hace cosas que me gustan, por como torea, como observa, como mide, como da espacio, como resuelve, como va desenredando cada madeja que se le presenta.
Me gusta su actitud, criticada por muchos, de tan serio que es. Me gusta que no busque adornos chafas, me gusta que no quiera suplir con chabacanerías las carencias que pudiera haber en el ruedo. Como es, torea… y dicen que así debe ser ¿no?
Dicen que no transmite, pero a mí ayer me emocionó mucho, y emocionar con tanta sobriedad tiene más chiste que pararse de manos.
Emociona con pulcritud, con matemática, con cerebro.
Yo siempre he valorado las conversaciones inteligentes, las que aportan, las que te dejan pensando, las que dicen tanto con pocas palabras. Me gustan las cosas bien escritas, pero breves; no me gusta la gente chorera, no me gustan las palabras huecas, no me gustan los lambiscones. Por eso me gusta Fermín, por eso no me importa cuántas orejas corte.

Por eso, de todo lo ocurrido la tarde de ayer en la México me quedo con las dos faenas de Fermín Rivera.

domingo, 10 de julio de 2016

Hasta siempre Víctor…

La vocación de torero es de las pocas en cuyas cláusulas, no existen las letras chiquitas.
Los que se decantan por esta profesión, saben de sobra cual es el precio máximo a pagar y esa mera posibilidad, es la que le da toda su verdad a la Tauromaquia.
Esto no es un juego y lamentablemente ha quedado patente una vez más.
Y pese a saber que la muerte es presencia constante en todo festejo, nunca estaremos preparados para ello.
La muerte es la contraparte de la vida; quien más vivo se ejerza, más cerca estará de ella. Es parte fundamental de la Fiesta Brava, la cual es gloria y es drama; es sol y es sombra; de otra forma tan solo sería una puesta en escena, una mera y banal representación teatral.
Qué liturgia tan difícil, tan cruda, tan de verdad, tan de valientes. Crear belleza en conjunto con un animal cuya sangre trae el instinto de combate y cuyas astas traen colgada a la muerte.
Hay toreros a los que el azar designa como aquellos que han de ofrendar su vida para mayor grandeza de la Tauromaquia. Para poner en claro que quien se enfrenta a un toro, se juega todo en ello.
Qué más diéramos por hablar siempre de tardes de gloria, de orejas y de rabos, de salidas a hombros, de fechas firmadas… de sueños cumplidos.
El sábado 9 de julio de 2016 se suma ya a las fechas trágicas en la historia del toreo, en donde una vez más, la muerte se exhibió sin ningún pudor. La plaza, Teruel, España.
El torero segoviano Víctor Barrio salió vestido como un príncipe a luchar su batalla personal, la definitiva.
El pecho es el punto del cuerpo en donde nacen todas las pasiones, las emociones, las intenciones, la energía para crear; donde se aloja el órgano vital, el corazón, que ha de ser puesto en cada cosa que se haga. En el pecho nace el deseo de grandeza y de gloria.
Justo fue en el pecho, donde Víctor recibió la cornada del toro “Lorenzo” de la ganadería de Los Maños; una cornada fatal que le arrebataría la vida, sin siquiera darle la oportunidad de luchar por ella, porque cuando la muerte es certera, no brinda concesiones.
Sabemos que el deseo de todo torero es morir en el ruedo, pero no sé si a los 29 años, con toda la vida por delante y con todos los proyectos pendientes.
La vida de Víctor sirvió como ofrenda para revalidar un arte que en la presencia de la muerte basa su verdad. Sirvió para recordar que en esta profesión, aquel que sale cada tarde con los sueños en la espuerta, puede regresar con la gloria entre sus manos… o no regresar.
Descansa en paz, torero.

domingo, 5 de junio de 2016

Descansa en paz, Brujo hermoso

El Pana es para mí un gran ejemplo, aunque a algunos, los que nunca lo entendieron, les sorprenda.
Poca gente he conocido que practique la virtud de la congruencia.
Pensar, vivir, decir, hacer… todo de acuerdo a lo que somos.
Fue ejemplo también de valor, no solo frente al toro, sino frente a la vida y sobre todo, frente a sí mismo; encaró cada uno de sus abismos y creo que pese a ellos, fue feliz, porque vivió intensamente y ejerció su vocación aún con todo en contra.
En los últimos años… ocho… nueve… la vida le recompensó lo que le debía. Tuvo reconocimiento en México y también en Europa, donde toreó en varias ocasiones dejando huella de su arte y personalidad, para muestra, el emotivo minuto de silencio en el máximo templo del toreo, Las Ventas de Madrid.
El Pana caminaba alternadamente entre el infierno y la gloria, nunca negó sus caídas y lo más importante, siempre persiguió sus sueños.
Además, y pese a lo que muchos digan, fue un torero muy importante en la Tauromaquia Mexicana, justo por eso, porque toreaba a la mexicana, un estilo con muy pocos exponentes, que se caracteriza por una gran expresión y profundidad, lo cual va más allá del valor, inclusive de la estética y la técnica.
Nos gustaría decir que la Tauromaquia del Pana dejó escuela, pero no, porque la profundidad no se enseña, la profundidad se trae o no se trae; el hambre se trae o no se trae; el genio es, o no es.
A través de su hondura exorcizaba sus demonios. El Pana… tan lleno de tinieblas y tan lleno de gracia.
La muerte no llegó en junio como quedará registrado en un acta de defunción, al Pana lo empezamos a llorar hace más de un mes, el primero de mayo.
Su muerte no dolió, lo que dolerá será su ausencia; dolió el percance y sus consecuencias; dolió en el alma y estuvo de sobra, ese tiempo entre mayo y junio, que duró una eternidad. Aunque conociendo al Pana, tal vez quiso antes despedirse de todos sus demonios, pero eran tantos, que fueron necesarios esos 33 días en el infierno.
Su legado ahí queda; la congruencia; el valor de enfrentar la vida; el romanticismo que se extingue inevitablemente; la perseverancia; la creación de un personaje mágico y la capacidad de vivir de acuerdo a él.
El Maestro Pana ya está en la gloria y desde hace mucho es leyenda. Tuvo muerte de torero como siempre quiso, pero también, muerte de toro bravo, porque se resistía a entregarse.

¿Y si en vez de lamentar su muerte, celebramos su vida?… el coincidir en su época y dejarnos cautivar por su hechizo.

lunes, 30 de mayo de 2016

Volver… siempre

Quien ha sentido la plenitud de un instante, la eternidad de un momento, no se achica con una desgracia y tampoco con un periodo de recuperación y rehabilitación; no se amedrenta con jornadas llenas de dolor; con noches de insomnio llenas de dudas; con nostalgias de otros tiempos; con sueños convertidos de pronto en pesadillas. 
Que para eso está la convicción, para transformar esas pesadillas, de nuevo en sueños. 
Porque los toros son comparables con la vida… y la vida con el amor. 
Y entonces estamos para ilusionarnos, para soñar, para amar, para entregarnos, para confiar; y si el destino da un giro de 180 grados… para caer una y mil veces, para llorar y para no dormir; para dejar de comer y de pensar; para malvivir días, meses y años; para autosentenciarnos a no volver a amar jamás. 

Pero por fin un día nos levantamos ligeros y optimistas, nos asomamos a la ventana y el día está tan hermoso, que nos sentimos valientes. 
Por fin, andamos de nuevo sin dolores; hablamos sin llorar y entonces tal vez… ¿por qué no? nos dan ganas de poner en riesgo todo y vestirnos con las mismas ropas, sin hacer caso de costuras, ni remiendos; que los remiendos sirven para reforzar tejidos; que las cicatrices tan solo evidencian lo que hemos crecido. 
Y de nuevo, a jugarse el corazón a una sola carta. 
Antes hay que reestructurar procedimientos, replantear estrategias, calibrar mecanismos, aunque lo cierto es que ya de cara al torbellino por enfrentar, lo único válido es la convicción. Enfrentar miedos y evitar precauciones, volver a echarse el capote a la espalda y caminar firmemente a los medios, con la mirada fija en el objetivo y los oídos sordos al ruido. 
Nunca nadie ha llegado lejos haciéndole caso a sus miedos. 
Y luego, saborear las recompensas a tanta osadía… sentirse de nuevo de vuelta; sentirse vivo; sentirse vigente; sentir de nuevo el corazón saliendo del pecho. 
Después de una caída, que cada quien tome su tiempo para recuperarse, para asimilar el miedo; para rearmar el cuerpo fisurado. Para aceptar que duele, porque duele. 
¿Cuánto tiempo toma recuperarse? ¿qué importa? 
Pero detrás de una caída tenemos dos opciones: levantarnos o quedarnos en el suelo. 
¿A qué se le debe tener más miedo? ¿a volver a sufrir? ¿o a vivir una vida sin pasión? 

El pasado 24 de mayo David Mora reapareció en Madrid, tras aquella terrible cornada sufrida en 2014 en esta misma plaza y que lo tuvo mucho tiempo inactivo; cortó dos orejas a “Malagueño” de Alcurrucén y salió por la Puerta Grande.

martes, 17 de mayo de 2016

Cómo liberar a un espíritu encarcelado

Cuando sea prudente y se percate del más mínimo descuido… en el momento en que halle a su celador distraído, busque una rendija por la cual escabullirse; una puerta entrecerrada por la que se haga delgadito y quepa; una ventana para poder saltar. Escápese por donde menos se lo esperen; escápese por su cuello, por su ombligo, por su estómago o por su oreja.
No le de la victoria a esa muerte traicionera, que titubeó en el último instante, que dudó cuando no debía; que se arrepintió a la mitad del trato y ahora tiene a la mitad de usted.
Pero tiene la mitad que menos nos hace falta, porque es su espíritu su mayor tesoro, al que envidian tantos por la riqueza que posee.
Su espíritu, el mismo que le ha dado la gloria, debe obtener de nuevo su libertad, la que ahora le quita un cuerpo que ya no le pertenece; ese cuerpo ya le queda chico y hay que soltarlo. Hay que desplegar las alas y volar, como siempre lo ha hecho; porque usted es un valiente, porque nunca le ha importado el qué dirán, porque su rebeldía es la que todos quisiéramos tener. Que lo vuelvan a envidiar por su osadía, aquellos que no se atreven a nada.
Cuando el cuerpo estorba, es porque el alma ha crecido, entonces hay que abrirle una puerta para que se eche a correr, sin mirar para atrás. Déjenos a los que nos duele verle prisionero, distraer a sus carceleros, hablarles de trivialidades, mientras usted encuentra por dónde huir; por donde se ve aquel reflejo, que señala todo lo que quedó pendiente. 
Usted ha entrado hace mucho al salón de los inmortales gracias a las tormentas que lleva a cuestas, a su arte, a su genialidad, a su valor, a su estampa antigua, a su juventud a pesar de su edad, esa juventud que tanto trabajo les da entender a los que desde siempre han sido viejos.
Prepare su hatillo y váyase; retome esos caminos de polvo, los mismos que andaba cuando era maletilla, con los mismos sueños de entonces, que no queremos verle de otra forma, porque sabemos que usted tampoco quiere verse de otra forma.
Despójese de lo que le estorba; eche al río su equipaje. Váyase despacito y en silencio; hágale un desdén al destino, que hizo su trabajo a la mitad, cuando usted, Maestro, siempre ha merecido la totalidad.
Así como hizo usted un conjuro y de unos días para acá, nos ha convertido a todos en llanto, ejérzase de nuevo como el maravilloso brujo que es y transfórmese en viento, en suspiro, en el humo de su puro o en el eco de un rotundo ¡Oléeee! tras algún trincherazo magistral.

sábado, 12 de marzo de 2016

La responsabilidad del valiente

El valor es considerado una cuestión de héroes y de batallas históricas. Si lo enfocamos a la Fiesta Brava, es obvio que tendría que ser la primera cualidad en un torero. El enfrentamiento entre un animal de 500 kilos, que cuenta con su instinto y dos astas prestas para embestir; y un hombre que por escudo tiene un pedazo de tela, su inteligencia, su corazón y su técnica.
Cada día debemos vestirnos con nuestro traje de valientes y no guardarlo solo para las grandes ocasiones.
A diario debemos modificar formas que creíamos vigentes para toda la vida. Como un Matador, que ensaya por horas el toreo de salón, para salir al ruedo y darse cuenta que se le exige algo totalmente diferente a lo preparado; que hay que resolver el enigma en la cara del toro; que hay que quedarse quieto y demostrar actitud, serenidad y cabeza.
Lo que era, ya no es; lo que teníamos, ya no lo tenemos; y ahora, a partir de esas carencias, hay que continuar y reestructurar la vida; echar mano de lo que se tiene; dar nuestra mejor cara, aunque nos miremos al espejo y tengamos la sensación de que se parte en mil pedazos. A eso se le llama valor.
Hay que librar cada situación adversa como lo haría una Figura del toreo; como aquel que sabe que está agotada la papeleta para verlo; porque sobre él recae la responsabilidad de la tarde; imposible echar un paso pa´ tras; imposible decir: “No puedo”.
De esta misma forma, alguien espera fuerza de nosotros; porque nosotros somos la fortaleza de ese otro.
La vida es un constante reacomodo de circunstancias y de capacidades; día a día perdemos algo, sin siquiera darnos cuenta, pero también cada día, ganamos algo y tampoco nos damos cuenta.
Ser valientes hasta para aprender a agarrar la cuchara con la otra mano, para caminar de otra forma, para respirar a otro ritmo; para adaptarnos al nuevo mundo que surge a partir de un cambio y de todo aquello que se pierde a fuerza de vivir. A fuerza de usar el alma, a fuerza de usar el cuerpo.
Un torero es la representación más gráfica del valor y de la responsabilidad; todos ellos tienen miedo, y sin embargo, logran superarlo… sobreponerse, y muchas veces, pese a circunstancias adversas, crear belleza, a partir de ese mismo miedo.
Siempre alguien necesita nuestro valor, porque sin él, ellos también se derrumban.
Somos parte de una estructura y debemos sostenerla, aunque dudemos; aunque nos duela; aunque nos cansemos. Sostenerla a costa de nuestra flaqueza, de nuestra humanidad y de nuestra tristeza… 

domingo, 14 de febrero de 2016

Aquel que ofrenda un corazón

El pasado 5 de febrero fue una de las corridas más interesantes de la Temporada ¡qué enorme faena realizada por el torero francés Sebastián Castella, en el Aniversario de la Plaza México!
El triunfo tangible lo logró en el toro de regalo de la ganadería de La Joya, llamado “Seda de Oro”, imponente, alto y largo, que dejó sentir su presencia apenas salió de toriles.
Pero lo hecho por Sebastián esta noche, en el 70 Aniversario de la México, va mucho más allá. Realizó literalmente una gesta heroica en sus tres toros. De todos es sabido, que a pesar de ser desde hace muchos años una gran Figura, ha tenido recientemente enormes triunfos que lo han puesto más arriba aún, y esa posición la ha defendido con faenas importantísimas, basta recordar que en 2015, fue el triunfador indiscutible en la Feria de San Isidro, en Madrid, al cortar dos orejas, tras realizar una gran faena al toro Jabatillo, de la ganadería de Alcurrucén. 
El año pasado también actuó en el aniversario de la Plaza México, haciendo dos faenas de gran inteligencia a toros muy complicados, donde pudimos apreciar que, además de tener arte y sobriedad, es un torero muy poderoso, avalado por una gran técnica y mucho valor.
¿Cómo puede ser que a un torero lo cuernen, se vaya a la enfermería, salga anestesiado y todavía mate dos toros? Este es un ejemplo a seguir para los que a la primera voltereta se desaniman.
Para ser Figura, no basta llegar. Para ser Figura de época, hay que llegar y seguir refrendando tarde a tarde quien es. Seguir defendiendo ese sitio al precio que sea; al precio del dolor, de la salud, de las lágrimas, del pudor expuesto, defender ese lugar aunque no haya nadie para pelearlo… defender el sitio que le pertenece hace años. 
Eso es sinónimo de humildad y de grandeza. 
Salir diario a renovar sueños, a pelear palmas, a no dejarse ganar… qué gran lección nos ha dado este torero tan parco y serio. Porque él habla en otro lenguaje… y porque lo que dijo el 5 de febrero de 2016, nadie se lo rebate. Porque lo que dejó firmado, no tiene vuelta para atrás, es irrevocable. Otros harán faenas… grandes también, memorables también, pero esta noche quedó grabada en la memoria de la plaza, como una de las corridas más emotivas por el peligro y la emoción que hubo y por la demostración de hombría de Castella. 
Así, queda patente que el corazón hay que entregarlo a diario, porque esa oportunidad es única y es la más importante… porque no existe otro día para gritar al mundo que estamos ahí.

sábado, 6 de febrero de 2016

La humanización de un Dios

Hablar de José Tomás es interesante desde varios puntos de vista.
Hablemos de su aspecto sociológico (que en casos radicales, es comparable con el fanatismo religioso). Sus más fervientes seguidores califican cualquier cuestionamiento, como una afrenta, cosa que con otro torero no sucede (para ellos, cualquier otro torero es inferior y hasta la idea de compararlos, les saca de quicio).
Cuestionarse NO es malo, es el único camino hacia el saber, pero en el caso de José Tomás, equivale a dudar de los Santos Evangelios.
¿Por qué se juzgó tan duramente a José Tomás el 31 de enero, si estuvo muy bien ante toros faltos de fuerza y transmisión? ¿Fue como para despedirlo de forma tan injusta? Si se tratase de cualquier otra Figura, hubiera quedado en una buena tarde con fallas en la espada.
Pero a José Tomás no se le puede medir con la misma vara con que se mide a los otros.
Yo no le echaría la culpa al público, villamelón o no, porque entre todos, llenaron la plaza y a precios exorbitantes en la mayoría de los casos; no culparía a un público que quizá su única esperanza de ver a José Tomás, era esa tarde, porque quién sabe si a la siguiente, estará en condiciones de pagar el costo, o si tendrá salud para asistir a una plaza; o quién sabe si el torero, un día de estos, ya no quiera seguir; no se si eso lo pueda dimensionar el de Galapagar.
Él mismo ha puesto las condiciones de sus actuaciones y estas aplican para los asistentes, los no asistentes y para él también.
Por otro lado, José Tomás ha trabajado una GENIAL estrategia de marketing, sustentada OBVIAMENTE por su gran valor, entrega y personalidad, que lo ha posicionado en un sitio no humano, sino como un Dios, tan es así, que cuando alguien se atreve a insinuar su “humanización”, los Tomasistas radicales lo toman como una ofensa, lo cual es contradictorio con su última actuación, porque Dios es perfecto.
DECIR QUE UN SER HUMANO, ES UN SER HUMANO, NO ES OFENSA.
Es interesante todo lo que se mueve a su alrededor, que lo ha convertido en objeto de estudio.
Pero lo único irrefutable, es que José Tomás, haga lo que haga en un futuro, estampó hace años su nombre en los anales de la Tauromaquia y seguirá llenando todos los cosos en los que se presente; los Tomasistas irán a verlo corroborando el milagro y los no Tomasistas asistirán, para tratar de presenciar ese mismo milagro.
Y quizá el prodigio más tangible, entre todos los que se esperan de él, será el atestiguar, una vez más, su poder de convocatoria.