viernes, 10 de agosto de 2012

Y yo sin saber qué hacer… de aquel olor a mujer


Chavela, a una semana de su muerte y sigo pensando…
Si hubiera sido torero… ¿qué estilo habría sido? Por su profundo mexicanismo, su gran hondura y sabor, hubiera sido del corte de Silverio, ambos sin la estética ortodoxa, pero con una transmisión fuera de lo común.
Pero también, paradójicamente, hubiera encajado dentro del grupo de los valientes, de los que no conocen dudas. Dicen que en el ruedo todo es verdad y Chavela se arrimó sin mentiras a su toro. Fue una mujer que se atrevió a desafiar a una sociedad, en esos tiempos y aún ahora, muy “conservadora”. Admitió, en una época en que era inadmisible, su preferencia sexual, siempre decidida a defender su vida y su postura, sin importar los juicios de personas, más ocupadas de juzgar al prójimo, que por tratar de remediar sus abundantes carencias morales.
Chavela, pese a nacer en Costa Rica, era de México, y no por el trámite que supone una nacionalización, sino porque nació mexicana, por eso se vino para acá, a donde pertenecía y por eso, murió aquí, en su patria. Llevaba en el alma nuestra esencia y fue una gran representante de nuestra música por todo el mundo.
Chavela, un personaje caracterizado por su gran personalidad, vivió los excesos propios de una alma sensible, aguerrida e intensa, porque para transmitir como transmitía, no se podía ser de otra manera.
Sólo un corazón desgarrado puede entender la grandeza de Chavela… porque un corazón hecho añicos habla en su mismo idioma y comparte el mismo llanto,  brinda por el mismo duelo y canta por el mismo adiós, que, aunque es otro, siempre acaba siendo igual.
Cada que suena una canción de Chavela, se sirve un tequila que ha de ser bebido a la salud de alguien que ya se fue, pero también a la salud del que se quedó, por ser un sobreviviente del desamor y del abandono, e irónicamente, por tener la dignidad de quien agarra los trozos del suelo y canta “… ojalá que te vaya bonito…”.
Chavela hacía de cualquier canción un llanto, un desquebrajamiento del alma, de la propia y la de cualquiera.
Además de Chamana, era la exorcista de todos los corazones atormentados por los demonios del dolor, de todas las penas que necesitan salir, porque donde están, ya no caben…
Chavela nos es tan familiar, porque ha sido la compañera de parranda, de llanto y de noches en vela, por eso la pérdida se convierte en propia.
La Vargas no tenía que morir para trascender… hace años lo había hecho.
Chavela y su canción, su canción y su tequila, su tequila y su lamento.