lunes, 23 de abril de 2012

Dicen de Manzanares


Dicen que el viernes pasado, que fue un 20 de abril, todo el mundillo taurino se quedó como pasmado, como embelesado, como en una pausa, como si hubiera visto una divinidad descendiendo de los cielos y que sólo entendía de un tema, Manzanares en Sevilla… o Sevilla en Manzanares. Una vez más, como si no hubiera sido suficiente el indulto aquel, el de hace un año.
Dicen los enterados que ya lo de Manzanares con la Maestranza es un idilio que no pueden ocultar, que no les interesa ocultar, que ya es un completo descaro, que ya no les importa hacer alarde y ventilar tanto devaneo, que sus miradas los delatan, que entre palpitaciones y galanteos se pasan las tardes enteras exhibiendo su amor.
Un romance que se ha desplegado bajo la cómplice mirada del Guadalquivir, con su brisa como manto, con el color de los geranios y con el olor de los naranjos. Que él, de azul marino y oro, y que ella como siempre coqueta, todita de blanco con adornos amarillos y rojos. Dicen los que los vieron que andaban contentos porque andaban de feria. La octava de feria. Dicen que él es capaz de todo por halagarla, que hasta daría su vida por colmarla de alegrías, por hacerla sentir la más grande y la más bonita, y la de más solera. Dicen que él usa un lenguaje diferente, que abre sus brazos muy despacito, con cadencia, con suavidad y con ternura, de tal manera que ella termina por entregarse. Dicen que él hace alarde de inteligencia, de paciencia, de tiempo y de espacio, y luego entre adornitos cambiados la va convenciendo y seduciendo de a poco. Dicen que mejor gusto y delicadeza no podía tener, por eso la tiene a ella bien metidita en su muleta… Ella, ante tanto adorno y tanto mimo está que ya no se aguanta, está que hierve, está que no atina… y sucumbe cuando él se entrega recibiendo, en un tiempo, en dos tiempos ¿qué más da?, si pone el pecho por delante y dentro del pecho va su corazón, aguantando, a pies juntos, sabiendo que es en homenaje a su amada, en un exceso de precisión… en el último momento del duelo. Dicen que ella, la de blanco, después de tanto júbilo y entrega, lo despide con todos los honores, por la puerta, como un príncipe… haciéndole saber que siempre está lista para recibirlo de nuevo, en el momento en que él guste volver a ella.

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