lunes, 23 de enero de 2012

Tarde con aroma a campiña francesa


12 Corrida
Uriel Moreno “El Zapata”
Sebastián Castella
Octavio García “El Payo”
Toros: San Isidro

Si te vi, ni me acuerdo
Para “El Zapata” esta tarde será mejor condenarla al olvido, que una laguna mental la borre de su cabeza. Es cierto, toros para variar sosos, sin emoción, ni transmisión. Pero el torero además no estuvo en el ánimo de intentarle por ningún lado otro tipo de lidia. Las banderillas, su plato fuerte, en el primer toro francamente mal. Mal con la espada hasta escuchar dos avisos. En el segundo toro, “Feligrés”, mejoró con los palos, solamente. La parte más emotiva fue la resistencia de este toro a morir. Dio muchos pasos hacia atrás, como alejándose de su propia muerte, lo que él no sabía es que ya la llevaba dentro. Y pese a él mismo, tuvo por fin que entregarse, no sin haber luchado hasta el final. “El Zapata”, se retiró luciendo un rostro desencajado. No pasa nada, que una mala tarde la tiene cualquiera.

La serenidad como instrumento de expresión
Sebastián Castella esta tarde estuvo como se le dio la gana estar. Porque para empezar, le tocó el toro “Habanero”, qué bueno que le tocó a él, porque lo aprovechó de manera extraordinaria. Con inspiración, con gusto y con serenidad. Toreando con cabeza y con corazón. Con la creatividad que da el sentirse a gusto, el sentirse conectado con el universo. Toreando con el anverso del capote, con una sutileza como quien corta una flor de un prado. Con absoluta naturalidad. Luego, en el momento del brindis, otro chispazo de improvisación al arrancarse el toro. Cambiados por la espalda sin moverse, porque donde estaba, estaba bien. Siguieron los derechazos y la Castellina, todo enmarcado con su serenidad, demostrando al mundo, el gran momento por el que atraviesa y demostrando a todos, que ese es su lenguaje, que no necesita palabras para decir lo que ayer dijo. Tras una estocada entera ligeramente trasera, le concedieron dos orejas. Al toro le dieron arrastre lento.
Otro detalle que me encanta de Castella es las distancias y los espacios que concede a sus toros, los conoce y sabe que son como él, ambos necesitan espacio, tiempo, necesitan estar solos, para de pronto, lograr esa conexión.
Me gusta que le sirvan agua de un porrón de barro, se ve mucho más romántico a que le sirvan de una botella de Bonafont, como hacen casi todos. Son esos detalles los que no se deben perder.


No basta la temeridad y el valor, hay que expresar
Al “Payo” lamentablemente lo veo cada día más perdido. No halla su estilo, no halla cómo agradar, y de ser una de las principales promesas de la baraja juvenil, ya lo siento como un torero de relleno de cartel. Esta tarde estuvo sin acomodarse, y al igual que el toro, no emocionó ni tantito. En su primero dio dos excelentes derechazos para después rematar la tanda ¿por qué remata si ya se acomodó? No redondeó nada. No estructuró nada. Mal con la espada y luego en el segundo toro mal también, le salvó una estocada entregada, sensacional, fulminante, que le valió una oreja. Pero la oreja sólo fue por la estocada, ojo. En el de regalo, lo de costumbre, quiere suplir su falta de estructura con su temeridad y como siempre, sale arrollado, volando, es su manera de emocionar al público, pero debe tener mucho cuidado porque el cuerpo resiente tanto golpe. Que no se olvide de aquella tarde en Querétaro.
Una tarde memorable del francés Castella.

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