jueves, 15 de diciembre de 2011

Todo se llenó de oscuridad

Escribir una nota nunca es fácil, pero cuando la sientes tanto, es difícil saber por dónde empezar, es imposible decir con palabras lo que viene del corazón, y más cuando el corazón está triste.
El mundo de los toros y del arte ha perdido a uno de los más grandes… Armando Rosales “El Saltillense”. Los que tuvimos la enorme fortuna de ser sus amigos y de ser su familia, perdimos aún más.
Mi papá y “El Salti”, como le decíamos, compartieron desde muy jóvenes experiencias de las que marcan por siempre, experiencias de vida y muerte, como son las de dos jóvenes aspirantes a toreros que coinciden en el camino y de pronto se descubren amigos, y un día, se saben ya hermanos. Y así, desde que tengo uso de razón, Armando en nuestra casa era el tío “Salti”.
Tengo recuerdos de cuando “Salti” empezó a hacer sus primeros pininos en la fotografía. Mi hermano y yo, y bueno, toda la familia, tuvimos el honor de fungir como improvisados modelos en el patio de mi casa, o donde estuviéramos, éramos chiquitos en ese entonces, qué íbamos a imaginar hasta dónde llegaría Armando, hasta dónde su derroche de sensibilidad y de creatividad.
Pero “El Salti” no sólo era el mejor fotógrafo taurino de México, y me atrevería yo a decir del mundo, sino además él era una fiesta. Cuando vienen a mi mente recuerdos, los sentimientos son contradictorios, porque naturalmente estamos muy tristes, pero de repente recordamos cosas que decía, y es inevitable que nos siga dando risa, era un ser con un sentido del humor tan especial, que compartir con él un momento o un día era divertidísimo, no se de dónde sacaba tanta tontería.
En su etapa de novillero, el destino le puso enfrente a un toro viejo que le reventó el globo ocular derecho, en Ojo de Agua, pero pareciera que al perder ese ojo, el otro duplicó su visión y su sensibilidad, porque lo que este hombre captaba, nadie más lo hacía. Y es que “El Salti” no sólo veía con los ojos, su obturador era su corazón, su alma hacía las veces de telefoto, porque alcanzaba a percibir lo que para otros está muy lejos de su visión. El trabajaba con todo su ser, con sus víceras, por eso era capaz de hacer de cualquier escena, una fotografía para la historia, era capaz de transmitir en un claroscuro, con puras siluetas, toda la esencia de los personajes retratados. Armando tenía el don de la oportunidad, estaba en el lugar exacto, en el momento exacto, reconocía al instante dónde estaba la imagen, su frase era: “Esta es una fotografía”.
Fotógrafos hay muchos y muy buenos, pero nadie con ese duende. Era un maestro de los fotomontajes y de las dobles exposiciones cuando todavía no existía el photoshop ni tanta tecnología. Inclusive se resistió mucho para entrar a la era digital. Pero la verdad es que a un fotógrafo no lo hace una super cámara de quién sabe cuántos megapíxeles y toda la tecnología digital y de software y photoshopazos, a un fotógrafo lo hace su sensibilidad, y “El Salti” tenía en su corazón un ISO muy alto. Su casa de Santa María la Ribera alberga un tesoro invaluable, las maravillas que estarán ahí almacenadas, enterradas fotos bajo fotos, películas, bajo películas.
Son inumerables las imágenes ya clásicas de él, como la de Manolo Martínez bebiendo agua mientras observa su toro, con esa mirada de Monstruo, pensando quién sabe qué cosa, o la del joven torilero al cuál el toro Samurai de Begoña, indultado por el Niño de la Capea cornó horriblemente en los corrales de la México, o la de Eduardo Fontanet en aquel mortal percance también en la Plaza México, fotos en el campo, fotos de caballos, fotos de detalles, un estoque, un bordado, momentos cumbres de Manolo, Jorge, Eloy, bueno, hasta del Glison tenía fotos formidables, ya que fue su apoderado en alguna época. Cualquier foto tomada por “El Saltillense” era de una expresión única, no importaba el personaje retratado. Luego sus fotosoluciones, llenas de arte y de movimiento, porque además tenía el don de la pintura, solo que en vez de óleos, utilizaba químicos para fotografía y en vez de lienzos, plasmaba sobre papel fotográfico.
Desde hace años existía un proyecto de hacer un merecidísimo libro de arte con las mejores fotografías de Armando (qué difícil selección) pasando por sus varias etapas de proceso creativo; ningún empresario o gobierno quiso patrocinar esta maravillosa obra. Imagínense, obras de Armando Rosales “El Saltillense” con textos del Maestro Leonardo Páez, un sueño que hasta la fecha, nadie ha tenido la visión empresarial de aquilatar. Pero algún día, querido tío “Salti” lo vamos a hacer… y ese día va a haber tormenta eléctrica, de tantas fotos que estarás disparando.
Dentro de la inmensa tristeza que nos embarga, y pese a ella, estamos contentos y agradecidos con la vida, por haber tenido la fortuna de coincidir con él en este mundo y que nos alegrara tantos momentos con su chispa, su gracia, y por supuesto con su arte.
Querido “Salti”, tantos toreros que le faltaban a tu lente por captar. Me imagino las fotos que ahora harás de Belmonte, de Silverio y de Lorenzo, mientras que con tu gracia, hasta una carcajada le arrancarás al mismísimo Manolete.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Vale más una vuelta al ruedo con mucha fuerza, que una oreja protestada


Quinta corrida en la Plaza México.
Manolo Mejía, Uriel Moreno “El Zapata” y la confirmación de alternativa de Manuel de Jesús “El Cid”. Toros del Nuevo Colmenar.
Es bonito cuando saludan al inicio de una corrida los tres matadores, si es que los tres tienen merecimiento. Esta tarde el único que debió salir al tercio fue “El Zapata”… pero Mejía ¿como de parte de quién? y “El Cid”, simplemente aquí no lo hemos visto. No nos confundamos. Honor a quien honor merece…punto. Los otros tapaditos por favor.
Las estadísticas son muy importantes, pero cada quien sabe lo que merece, y no me refiero únicamente a que “El Zapata” no mereciera la oreja de su primero, tampoco se merecía una rechifla con lo bien que estuvo en su toro, pero esto es consecuencia de un trofeo otorgado sin el convencimiento de las mayorías. Qué diferente hubiera sido, sin oreja, dar vuelta al ruedo con mucha fuerza y con la ovación unánime del público, pero estamos divididos entre villamelones que piden orejas sin ver más allá, público exigente y jueces sin autoridad.
“El Zapata” llegó a esta temporada, como en la anterior, convencido de lo que merece, un sitio entre los toreros importantes de México. Así, después de empolvarse las rodillas a base de largas cambiadas en el tercio y en los medios, recortes remembrando estampas de toreros antiguos y el tercio de banderillas que levantó de su butaca al más escéptico, con el par monumental, el del violín y para rematar, un par comprometidísimo para dar vuelta al ruedo (para este torero las características del toro no son excusa para dar una tarde gris). Luego, tandas de derechazos quirúrjicos, entendiendo las condiciones del toro. Lo malo en su primero, una estocada muy defectuosa que derivó en una oreja protestada. Pero en su segundo, cortó una oreja que nadie protestó, un tercio de banderillas igual de emocionante, un galleo haciendo gala de facultades físicas, pase del imposible, atropelladón, pero emotivo, para culminar con una excelente estocada.
Y por supuesto, salida a hombros.
El Cid, habrá que verlo con toros que colaboren, mostró buenos detalles.
Del primer espada… nada que decir.
Para variar, toros descastados, y la enorme burla que fue el “toro” de regalo de “El Cid”, un novillote de Marrón. Decían por ahí “los que saben” que a lo mejor por tantos días en los corrales este “toro” se había estragado. Me van a disculpar, pero esa carita no era de un toro estragado, era de un novillito tiernito en plena pubertad. Qué vergüenza.