domingo, 1 de noviembre de 2009

Obispo y Azabache


Era una tarde plomiza de febrero y Jesús Solórzano hacía el paseillo con un hermoso vestido obispo y azabache. La mañana de ese domingo, en entrevista con Jacobo Zabludowsky, quien en esos años tenía un programa previo a la transmisión del partido de futbol, Chucho había anunciado que esa tarde vestiría un traje de torear muy antiguo que había pertenecido a su padre.

El primer tercio discurrió sin contratiempos y tras un tres pares de banderillas que el mismo Solorzano clavó, se dispuso a lidiar al burel. Era un bicho manso y con resabios y no colaboró de buena manera desde el primer cite con la muleta. Jesús le pisó el terreno para animar al burel y en un derechazo el toro hizo por él enganchándole por la taleguilla y levantándolo hacia el cielo encapotado. Al empitonarlo, algo pasó que el matador quedó enganchado en los pitones del toro por cerca, según yo, de un minuto. Angustioso instante en que la vida del torero pendía de la cabeza de un toro manso armada con dos puñales y donde treinta mil aficionados veían, como en cámara lenta, la cornada.

El toro liberó al torero. Solórzano fue llevado a la enfermería con la taleguilla hecha girones y una cornada de varias trayectorias de la cual se recuperó como lo hacen los toreros; en dos semanas.

Nunca volví a ver a Jesús Solórzano torear con ese vestido color obispo con alamares y bordados en azabache; sin embargo recuerdo su andar de príncipe mientras hacía el paseíllo sin saber que esa tarde sería efímera. Hoy la fiesta de toros agoniza y se desangra por las cornadas de los nuevos tiempos y la falta de afición. Este blog intentará recordar, mas no rescatar, lo que queda de una fiesta de sol; la fiesta más bella que poco a poco se olvida y se pierde, como un vestido con alamares de azabache, de esos que vestían los antiguos.

No hay comentarios: