lunes, 9 de noviembre de 2009

Entre adioses y esperanzas


El inicio de la temporada grande en la Plaza de Toros México, el pasado domingo 8 de noviembre, me dejó un grato sabor de boca.

Desde el momento en que el cartel anuncia una despedida, la tarde se pinta de nostalgia.

Nostalgia, porque toda una vida es la que un torero deja en los ruedos; una vida colmada de momentos de incertidumbre, de sangre derramada, de caminos de tierra, de batallas libradas, y otras no tan libradas, y, por otro lado, las mieles de la gloria, del triunfo, de la fama, de los sueños realizados y en casos contados, de la inmortalidad.

Ahora le tocó el turno de decir adiós a Manolo Arruza.

Su tarde de despedida resultó como seguramente el la imaginó. Manolo, luciendo como siempre, una excelente figura, se mostró en todo momento sereno, reposado, gustándose y recreándose.

Emotivo fue el brindis a su mujer, emotivas Las Golondrinas, emotivo el corte de coleta y las merecidas vueltas al ruedo para este torero de dinastía. Una soñada despedida en tarde inaugural, ante una gran entrada.

A partir de hoy, su preocupación será con qué suplir esa dósis de adrenalina y esa emoción que rebasaba cuerpo y alma.

Enhorabuena maestro Arruza.

 

Ponce me parece un gran torero, no solo ante los toros, sino también frente al público. Siempre con detalles inteligentes, como parte de su mercadotecnia. Esto lo hace grande, pese a las opiniones de sus detractores. Brinda su segundo toro a Manolo Arruza. En esta ocasión, no lo vimos en su mejor tarde. Su lote careció de cualidades para lograr una faena lucida.  Regaló un toro, que salió sin presencia y que el juez regresó… cosa que nunca he entendido, ¿por qué el juez lo acepta desde un principio y luego los regresa?¿Pos qué no lo vites desdendenantes? Salió otro con mejor estampa pero tampoco se prestó para una faena de las acostumbradas. La nota extraña y curiosa, Ponce fue acertado con el acero en sus dos primeros toros.

 

Sumado a la despedida de Arruza, lo más relevante de la tarde: Fermín Spínola, una luz de esperanza en nuestra baraja taurina nacional. Me encantó. Me convenció. Tiene corazón, tiene clase, tiene valor y tiene planta de torero.

Este muchacho llena de buenos augurios a la afición mexicana. Por favor, que no decaiga, que no pierda el piso y que no se “desavalorine” a fuerza de cornadas. Que no se nos malogre con tanto vicio que entraña nuestra fiesta; una fiesta en manos de sabrá Dios qué ralea de personajes, que no toman conciencia de su fragilidad y de su inminente extinción.

 

Tengo fe en que las empresas, en vez de registrar tardes aisladas de triunfo, caigan en cuenta que lo que necesitan estos muchachos y la afición es continuidad, si triunfan, que los repitan a la semana siguiente y no al final de la temporada. Necesitamos calentar el ambiente nacional. Porque, señores, no es que seamos malinchistas, es que necesitamos un paisano que verdaderamente nos emocione, que sea consistente y que tenga hambre de ser.

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